Al sonar la última campana del año viejo, el 31 de diciembre, entre pitos, matracas, luces, champán y uvas, el mundo da la bienvenida a un nuevo año.
Sin embargo, no siempre el nuevo año dio comienzo el 1.º, de enero, fue el Papa Gregorio XII, en 1582, el que dispuso que en todos los países católicos, el nuevo año comenzara el 1.º, de enero.
La fecha no surgió por casualidad, se estructuró sobre un error de cálculo cometido por el monje Dionisio el Exiguo, al fijar entre cuatro y cinco años el comienzo de la era cristiana. Después de que en el 753, la fecha del nacimiento de Jesús se cambió al 25 de diciembre, se decidió que el primer año de nuestra era coincidiera con el año 754 de la fundación de Roma, sin tener en cuenta que Herodes había fallecido hacía cuatro años.
Sin embargo, estudios basados en el siglo XVI, por el astrónomo Johann Kepler, basado en la aparición de la estrella de Belén, (una triple conjunción de Marte, Júpiter y Saturno en el signo de Piscis) llevaron a la conclusión de que Jesús no había nacido en diciembre como se decía, sino a mediados de septiembre del año séptimo y no en diciembre del año primero.
Eso significaría, que el 31 de diciembre, en vez de brindar por el 2024, tendríamos que brindar por el 2029 o 2030.
De cómo entraron las uvas a las celebraciones de Año Nuevo, es otra cosa, la tradición de las 12 uvas tiene su origen en España, que consiste en comerse doce uvas, una por cada campanada que da comienzo al año, para tener suerte durante todo el año.
La tradición que comenzó, cuando en 1895 apareció una referencia escrita, sobre las doce uvas, sobre el presidente del consejo de ministro, que despidió el año tomando champán y comiendo uvas.
Desde entonces se popularizó la costumbre, que rápidamente se extendió hacia toda la América de habla hispana, llegando así hasta nuestros días.
Otras de las tradiciones populares de fin de año, es la al dar finalizar las doce campanadas del reloj, las personas se abrazan y se besan, desando un venturoso año venidero.
Cualquiera que sea la costumbre, o la forma en que se espere el nuevo año, deseamos a todos un venturoso 2024.